martes, 22 de julio de 2008

Luchando contra el mal... o intentándolo (La Ancha)

A la vista de los estatutos de Bastión, uno podría pensar que se halla ante un blog partidista, de los que trata de manera arbitraria y gratuita a personas de todo tipo de pelaje. Esto es, como ya escribió Primus, radicalmente cierto.

Dentro de esta arbitrariedad, cualquier observador objetivo podría pensar que catalogar a el puto inquilino como el MAL no es más que una demostración de lo supraescripto. Pudiera ser.

Pero lo que es innegable es nuestra voluntad de hacer que ese MAL se enmiende (por muy grande que sea la tarea) y sirvan estas primeras líneas para demostrarlo.

El sábado pasado Primus tuvo el buen y moderado juicio de iniciar nuestra tarea en la capital del reino y elegimos para ello uno de los santuarios con más solera del barrio de Chamartín: "Restaurante La Ancha", local que ya habíamos frecuentado y que sabíamos que supondría un éxito asegurado en nuestra senda ascética.

Invitamos a varios aspirantes a Tripalari a unirse a nuestra santa procesión y, además, ofrecimos a el puto inquilino la posibilidad de peregrinar con nosotros. El MAL rechazó nuestra oferta y prefirió quedarse en su casa, cenando un sandwich mixto con huevo frito (en su descargo, le cortó la tapa al pan de molde, para que la yema asomara o asomase, según nuestras fuentes).

Dejando atrás este penoso intento, situémonos en la Plaza de Cataluña, en el Restaurante La Ancha, el sábado por la noche. Conviene recalcar que el restaurante, durante los meses de primavera-verano tiene una terraza, que sería de lo más agradable si no colindase con la bulliciosa calle del Príncipe de Vergara. Además, con una noche donde el termométro no bajó de los treinta, recomendamos el aire acondicionado de dentro. Otra puntualización evita-errores es insistir en el nombre del templo: La Ancha (no La Antxa, La Antza, La Antcha ni similares).

El total de comensales iba a ser cinco por lo que decidimos compartir unos entrantes, degustar unas sopas frías y elegir un segundo por persona. Nuestra selección de entrantes fue buena, pero no llegó a excelsa por una omisión y por una malainterpretación. Omitimos la espectacular "tortilla española con callos", escudándonos en el calor de la noche y pedimos una ensalada Podium, guiados únicamente por el nombre.

Aprendimos así una máxima que un tripalari debe tener siempre en cuenta: "Desconfía de las bellas palabras, pues éstas pueden engañarte". No es que la ensalada estuviese mala, pero defraudó nuestras injustificadas expectativas (remolacha, palmitos, maíz, piñones y salsa rosa eran sus principales ingredientes).

Al ordenar los "pajaritos fritos" nos topamos con un clásico del restaurante que no deja a nadie indiferente: el maître, hombre de singular aspecto y de indudable teatralidad que a algunos conquista y a otros produce rechazo instantáneo. (Me confieso entre los primeros, desde una vez que le pidieron un par de solomillos, uno poco hecho y otro bien hecho, y nuestro peculiar personaje transmitió la orden a cocina de la siguiente manera: "dos solomillos, uno poco hecho, el otro estropeado"). El maître nos comentó que los pajaritos eran pajaritos, a lo que nosotros asentimos y él puso cara de decir "yo os he avisado". Los boquerones estaban francamente (ricos).

La única sopa fría que degusté fue el salmorejo y debo decir que me satisfizo grandemente. Como única crítica, el bol-sopera-plato seleccionado para servirlo tenía una hendidura en su base que dificultaba en grado sumo la consumición de la ración íntegramente (y el ascetismo (como nuestras madres y abuelas) nos enseña que no tenemos que dejar nada en el plato).

De los segundos, destacar la generosidad de las raciones de pescado (la mayoría), especialmente el "bonito a la riojana" y la "cola de merluza al horno" (donde nos quedó claro que el susodicho pez tiene dos partes: cabeza y cola). Por supuesto, reflejar (en negrita) la magnitud del celebérrimo "escalope armando", uno de los platos clásicos por antonomasia de La Ancha. El mencionado escalope no es más que un escalope, aunque su tamaño tiene la misma eslora del animal del que procede (la vaca).

Mi elección fue una deliciosa corvina a la espalda. El único defecto: la guarnición, francamente aburrida (patatas cocidas con un punto de perejil y punto). Me dejé unas cuantas...

Para los postres ya estábamos frugalmente derrotados, pero las dos elecciones también fueron satisfactorias: tocino de cielo y crema vaqueira.

La dolorosa ascendió a los 50 euros por barba (propina incluida), lo que nos pareció más que razonable, teniendo en cuenta las dos botellas de "Terras Gauda" que cayeron, así como los espirituosos que habían precedido a la ingesta y los cafesés que la concluyeron.

Un último recuerdo al espectacular "tartar de atún" plato codiciado por, al menos, el cuarenta por ciento de los asistentes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

por ahí cerca recomiendo las excelsas alitas de pollo al microondas, parcialmente sumergidas en grasa deconstruida a la sal

Primus Asceticus dijo...

Queriendo puntualizar al excelso Maximus Moderatum, he de decir que me incluyo entre los segundos a la hora de describir al Maître.

Traté de que me recomendara bien el bonito a la riojana bien la corvina, y como única respuesta obtuve un levantamiento de hombros con una sonrisa semientornada diciendo "los dos están buenos"... Veamos a platos que superan los 15€ supongo que estarán buenos pero dada su condición de Maítre debería de explayarse un poco más al respecto de la frescura del pez y caso de tener algo reciente hacerlo señalar para poder recorrer el camino de la frugalidad.

También hacer notar que el Maître desconocía por completo la composición de la ensalada Podium y que fue un completo fiasco de plato que no recomiendo pedir bajo ningún concepto. Se sirve en un plato llano y lo único que se observa es un mar de una salsa rosa-nata con cosas debajo ahogadas en el mar de salsa, y su composición como bien dice era palmito, maíz y cuatro tonterías más.... Sinceramente un plato a retirar de la carta o a mejorar su presentación o composición.

Esto en cuanto a lo negativo, por lo demás es un restaurante digno de acudir, la tortilla de callos, las colitas de carabineros y los entrantes son buenos y sabrosos. Y lo que más destaca es la calidad y contundencia de los platos de pescado. Yo ingerí con gran satisfacción el bonito a la riojana y he de decir que no defraudan. Como bien destaca Máxmimus son 50€ por barba con aperitivos, café y postres. Recomendable a excepción de los entrantes creativos. Es un restaurante clásico por lo que recomendamos atenerse a los platos clásicos.

Anónimo dijo...

En primer lugar, ni el maître ni el local son clásicos: el maître es un hijoputa que nos dejó pedir el engendro Podium y nos lo cobró con un descaro diría que postmoderno. Un local en el que el maître hace maniobras TAN agresivas en tu contra no merece llamarse clásico. Muerte al maître. (Sospecho que fue él quien “estropeó” mi cola de merluza, que, por cierto, la camarera estuvo a punto de tirarme encima abrasando, otra prueba irrefutable de la postmodernidad del establecimiento).

En segundo lugar, los pajaritos fritos NO TENÍAN CABEZA. O sea, ¿dónde queda el cerebro chamuscado, que es lo clásico del asunto? Además, eran tan grandes que parecían pavos. Pajaritos fritos para señoras de clase alta con reparos. Es que me indigna.

Las sopas frías, esos clásicos esenciales, prescindibles (cosa gravísima desde una perspectiva frugal, estaréis de acuerdo).

Por otra parte, ni orujos al final, ni chocolatinas o pastas con el café, ni otras medidas de cebamiento como preparación psicológica a la ascética cuenta, tan importantes. A pelo. Después de Podium. Con dos cojones. Sólo por eso merecería una sanción.

Eso sí: grandioso bonito con tomate.